lunes, 4 de abril de 2016

Sevilla por dentro: El Planeta y Lázaro



Convencido de que su lectura será amena, quiero reseñar brevemente en el blog la novela Elina o Sevilla por dentro, de don Cristóbal de Pascual, publicada en Sevilla [Imprenta de Gómez, Sierpes, junto al café del Turco] en el año 1846. 

La obra contiene un capítulo titulado El baile de candil, donde se describe una función acontecida en la sevillana academia de baile del famoso maestro don Miguel de la Barrera, esquina calles de los Vizcaínos y de la Mar, o sea, calle Gimios (1). Si bien estamos en clave novelesca, los personajes son reales y hay alusiones en el texto a hechos contrastados, como los recientes triunfos de la bolera Manuela Perea la Nena en los teatros de Londres, o la presencia en Sevilla por aquellas fechas de los cantaores El Planeta y Lázaro Quintana, documentada en los textos del compositor ruso Mijaíl Ivánovich Glinka.

En este enlace se puede leer el capítulo completo: Elina o Sevilla por dentro, TOMO II, capítulo XII

Por mi parte, os invito a escuchar cantar al Planeta, el Rubini de las seguidillas y de los polos. Acompaña al patriarca su inseparable Lázaro, con su extensa y sonora voz y su arte para puntear la guitarra. Enjoy!




El Planeta y Lázaro on stage







...Suenan las cuerdas de otra guitarra, o más bien de un harpa sonora. Son las delicadas manos del hombre crúo, del gallardo Lázaro que preludia y modula en su instrumento los acordes más delicados y sensibles.
Oyese su entera y melodiosa voz en un trino prolongado que remeda a las dulces baladas de los antiguos árabes.
Otra voz le contesta con ecos más llenos y dulces. Esta voz conmueve la fibra de todos los oyentes. Esta voz ejerce un poder sin límites sobre cuantos la escuchan. Herízase el pelo, siéntese un lánguido estremecimiento; llórase sin poder contener las lágrimas. Esta voz es la voz del Planeta.
Replícale Lázaro con otro trino, que también es contestado a su vez por el patriarca de la antigua ley; y concluyen ambas voces por un acorde el más sentimental y patético.
Titúlase esta canción "Los machos". El auditorio prorrumpe en aplausos estrepitosos. Los machos se repiten una y dos veces y cada vez producen nuevo efecto.
Canta Lázaro unas seguidillas: canta las playeras. De todo saca partido: en todo obtiene triunfos y coronas.
-¡El Polo! ¡Va a cantarse el Polo! grita una voz.
¡El Polo! repiten enajenados los espectadores.
Lázaro arpegia en la guitarra con una maestría inimitable. El Planeta tose, gargajea, se limpia el sudor y hace gorgoritos pianísimos, acompasándose con las robustas palmas.
Nadie respira en el salón. Todos están pendientes de la dulce voz del Rubini de Andalucía.
Suelta este los diques a sus pulmones y a su privilegiada garganta, y sostiene con llena y sonora cadencia un trino tan prolongado que ningún instrumento de viento puede imitar. Hace escalas naturales y cromáticas con tan imponderable firmeza y valentía que los profesores de más crédito inclinan la frente ante su capacidad. Pero estos trinos estas escalas producen un efecto mágico en el auditorio: herízase a todos el cabello; todos sienten una melancolía dulce: todos derraman lágrimas involuntarias de patética emoción; porque aquella voz singular trasmite a los corazones sus ecos cadenciosos y les afecta y conmueve con sus sensibles vibraciones.
El Planeta consigue una completa ovación...

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(1) texto en negrita añadido el 22-07-2024