Ampliamos nuestra entrada del 18 de julio de 2010.
Hoy vamos a dar cuenta de una curiosidad de las que nos gustan; vamos a intentar acercarnos a la verdad cronológica de uno de los pasajes más conocidos de la bibliografía flamenca: el fragmento sobre
« …la Dolores y su comparsa de Espeletilla, Enriquillo, el Granadino, la Mosca y demás zarandajas…» de la
Asamblea general de los Caballeros y Damas de Triana y toma de hábito en la orden de cierta rubia bailadora (
Escenas andaluzas, 1847).
Como es sabido, la famosa
Asamblea general de Serafín Estébanez Calderón
El Solitario se publicó por vez primera dos años antes de incluirse en sus renombradas
Escenas: apareció en la revista madrileña
El Siglo Pintoresco en noviembre de 1845.
Nos atrevemos a afirmar que no se ha reparado lo suficiente en una notable diferencia entre los dos textos. En el de 1845 (
El Siglo Pintoresco) no figura el episodio de
la Dolores gaditana que se presenta con su comparsa en la celebración, fragmento que sí aparecerá en las
Escenas de 1847. Recordémoslo:
«(…) ¿se le antoja también a este cónclave que arriben, vengan y lleguen de Cádiz y allende el mar, no la estrella de guía, ni los tres Reyes Magos, sino la estrella de las gitanas y los Magos y Reyes de los movimientos y circunstancias, para traer su feudo y tributo de adoraciones y contentamientos al caso que aquí se constituye?»
(…) «¡Pues no han de entrar! y pido y suplico que se nombre comitiva y acompañamiento de buena acogida y recibir: que ella es sin poder ser otra la Dolores y su comparsa de Espeletilla, Enriquillo, el Granadino, la Mosca y demás zarandajas.»
(…) y entrando que entraron se dejó ver de capitana y adalid la muchacha anunciada por Don Poyato: y en verdad que era ella un tipo acabado de su raza y su país. Bella y gentil en la persona, era su color soberanamente bronceado y negros los ojos y rasgados con muchísima intención y fuego; el pelo no hay que mentarlo, negro también como el cuervo y como zíngaro, seguido y flácido; la boca albeando con una dentadura de piñones blanquísimos; el talle suelto y ágil a maravilla y los pies de la mejor traza, así como el arranque de las piernas que, en lo que dejaron ver luego sus estalles y campanelas, pregonábanse de gran morbidez y perfecto perfil. En las mudanzas y vueltas de la rondeña y zapateado estuvo de lo más apurado que puede verse, pero en tocando que llegaron a los éxtasis y últimos golpes de la yerba buena, las seguidillas y la Tana, fue cosa para vista y admirada que no para puesta aquí en relato. Ello es que el Planeta, el Fillo y toda la asamblea clamaron en unísono y conjunto: «que había mucho de novedad y no poco de excelencia en tal bailadora, todo de manera que la ponía y encimaba sobre cualquier encarecimiento, salvo empero si era en contraste con la rubilla Carmela, a tal punto aclamada y admitida por reina del donaire y de la gentileza y quede esto, añadieron, así sabido y asentado.»
Por nuestra parte vamos al capítulo de los cantares, que en esto sí podremos adjudicarle el primer punto y merecimiento. Entre las cosas que cantó dos de ellas sobre todo fueron alabadas. Érase una la Malagueña por el estilo de la Jabera, y la otra ciertas coplillas a quienes los aficionados llaman Perteneras. Cuantos habían oído a la Jabera todos a una la dieron en esto el triunfo y decían y aseguraban que lo que cantó la gitanilla no fue la Malagueña de aquella célebre cantadora, sino otra cosa nueva con diversa entonación, con distinta caída y de mayor dificultad, y que por el nombre de quien con tal gracia la entonaba, pudiera llamársela Dolora. La copla tenía principio en un arranque a lo malagueño muy corrido y con mucho estilo, retrayéndose luego y viniendo a dar salida a las desinencias del Polo Tobalo, con mucha hondura y fuerza de pecho, concluyendo con otra subida al primer entono: fue cosa que arrebató siempre que la oyó el concurso. Tocante a las Perteneras son como seguidillas que van por aire más vivo, pero la voz penetrante de la cantora dábanles una melancolía inexplicable. (...)
Retrocedamos en el tiempo. En nuestra entrada titulada
Cante en caló. 1846 (6-VI-2009), nos hicimos eco de la llegada a la Villa y Corte, en junio de 1846, de una linda gitanilla que llamaba la atención con sus cantes en caló, acompañándose a la guitarra. La volveremos a encontrar tomando parte en varias reuniones musicales durante el verano de ese año.
El diario
El Español del 19 de junio, verbigracia, brindó una extensa reseña de una de sus actuaciones, en compañía de...
el Granadino,
Espeleta,
Enriquillo y otros aficionados.
El Español, 19 de junio de 1846 (crónica y detalle de la misma)
Ante las muchas coincidencias entre esta crónica de
El Español y el texto de las
Escenas (1847), las preguntas que nos surgen son las siguientes:
- ¿Publicó El Solitario otro texto entre noviembre de 1845 y junio de 1846 que pudo inspirar al cronista de El Español?
En su
Cincuenta Años de Flamencología (EFV, 2008), José Blas Vega nos recuerda que, después de
El Siglo Pintoresco, el texto volvió a editarse en 1846 en un folleto ilustrado titulado
Asamblea general de los Caballeros y Damas de Triana. (Dedicada a Mad. Guy Stephan por El Solitario y Castelló. Madrid. Establecimiento de grabado e imprenta de D.V. Castelló, Calle de Hortaleza, número 89. 1846). Desconocemos el contenido del mismo. Sin embargo, pensamos que dicho folleto debió aparecer posteriormente a la noticia de
El Español: se anunció en el
Semanario pintoresco del 23 de agosto.
- ¿Se inspiró El Solitario en la noticia publicada por el diario madrileño para componer el texto definitivo de sus Escenas?
Seguiremos indagando. De lo que no cabe duda es de que nuestra gitanilla marcó con su sello musical el estío madrileño de hace 164 años, amén de convertirse en tema de cotilleo del corazón.
El Clamor público, 12 de julio de 1846