Hoy vamos a dar cuenta de una curiosidad de las que nos gustan; vamos a intentar acercarnos a la verdad cronológica de uno de los pasajes más conocidos de la bibliografía flamenca: el fragmento sobre « …la Dolores y su comparsa de Espeletilla, Enriquillo, el Granadino, la Mosca y demás zarandajas…» de la Asamblea general de los Caballeros y Damas de Triana y toma de hábito en la orden de cierta rubia bailadora (Escenas andaluzas, 1847).
Como es sabido, la famosa Asamblea general de Serafín Estébanez Calderón El Solitario se publicó por vez primera dos años antes de incluirse en sus renombradas Escenas: apareció en la revista madrileña El Siglo Pintoresco en noviembre de 1845.
Nos atrevemos a afirmar que no se ha reparado lo suficiente en una notable diferencia entre los dos textos. En el de 1845 (El Siglo Pintoresco) no figura el episodio de la Dolores gaditana que se presenta con su comparsa en la celebración, fragmento que sí aparecerá en las Escenas de 1847. Recordémoslo:
«(…) ¿se le antoja también a este cónclave que arriben, vengan y lleguen de Cádiz y allende el mar, no la estrella de guía, ni los tres Reyes Magos, sino la estrella de las gitanas y los Magos y Reyes de los movimientos y circunstancias, para traer su feudo y tributo de adoraciones y contentamientos al caso que aquí se constituye?»
(…) «¡Pues no han de entrar! y pido y suplico que se nombre comitiva y acompañamiento de buena acogida y recibir: que ella es sin poder ser otra la Dolores y su comparsa de Espeletilla, Enriquillo, el Granadino, la Mosca y demás zarandajas.»
(…) y entrando que entraron se dejó ver de capitana y adalid la muchacha anunciada por Don Poyato: y en verdad que era ella un tipo acabado de su raza y su país. Bella y gentil en la persona, era su color soberanamente bronceado y negros los ojos y rasgados con muchísima intención y fuego; el pelo no hay que mentarlo, negro también como el cuervo y como zíngaro, seguido y flácido; la boca albeando con una dentadura de piñones blanquísimos; el talle suelto y ágil a maravilla y los pies de la mejor traza, así como el arranque de las piernas que, en lo que dejaron ver luego sus estalles y campanelas, pregonábanse de gran morbidez y perfecto perfil. En las mudanzas y vueltas de la rondeña y zapateado estuvo de lo más apurado que puede verse, pero en tocando que llegaron a los éxtasis y últimos golpes de la yerba buena, las seguidillas y la Tana, fue cosa para vista y admirada que no para puesta aquí en relato. Ello es que el Planeta, el Fillo y toda la asamblea clamaron en unísono y conjunto: «que había mucho de novedad y no poco de excelencia en tal bailadora, todo de manera que la ponía y encimaba sobre cualquier encarecimiento, salvo empero si era en contraste con la rubilla Carmela, a tal punto aclamada y admitida por reina del donaire y de la gentileza y quede esto, añadieron, así sabido y asentado.»
Por nuestra parte vamos al capítulo de los cantares, que en esto sí podremos adjudicarle el primer punto y merecimiento. Entre las cosas que cantó dos de ellas sobre todo fueron alabadas. Érase una la Malagueña por el estilo de la Jabera, y la otra ciertas coplillas a quienes los aficionados llaman Perteneras. Cuantos habían oído a la Jabera todos a una la dieron en esto el triunfo y decían y aseguraban que lo que cantó la gitanilla no fue la Malagueña de aquella célebre cantadora, sino otra cosa nueva con diversa entonación, con distinta caída y de mayor dificultad, y que por el nombre de quien con tal gracia la entonaba, pudiera llamársela Dolora. La copla tenía principio en un arranque a lo malagueño muy corrido y con mucho estilo, retrayéndose luego y viniendo a dar salida a las desinencias del Polo Tobalo, con mucha hondura y fuerza de pecho, concluyendo con otra subida al primer entono: fue cosa que arrebató siempre que la oyó el concurso. Tocante a las Perteneras son como seguidillas que van por aire más vivo, pero la voz penetrante de la cantora dábanles una melancolía inexplicable. (...)
Retrocedamos en el tiempo. En nuestra entrada titulada Cante en caló. 1846 (6-VI-2009), nos hicimos eco de la llegada a la Villa y Corte, en junio de 1846, de una linda gitanilla que llamaba la atención con sus cantes en caló, acompañándose a la guitarra. La volveremos a encontrar tomando parte en varias reuniones musicales durante el verano de ese año.
El diario El Español del 19 de junio, verbigracia, brindó una extensa reseña de una de sus actuaciones, en compañía de... el Granadino, Espeleta, Enriquillo y otros aficionados.
El Español, 19 de junio de 1846 (crónica y detalle de la misma)
Ante las muchas coincidencias entre esta crónica de El Español y el texto de las Escenas (1847), las preguntas que nos surgen son las siguientes:
- ¿Publicó El Solitario otro texto entre noviembre de 1845 y junio de 1846 que pudo inspirar al cronista de El Español?
En su Cincuenta Años de Flamencología (EFV, 2008), José Blas Vega nos recuerda que, después de El Siglo Pintoresco, el texto volvió a editarse en 1846 en un folleto ilustrado titulado Asamblea general de los Caballeros y Damas de Triana. (Dedicada a Mad. Guy Stephan por El Solitario y Castelló. Madrid. Establecimiento de grabado e imprenta de D.V. Castelló, Calle de Hortaleza, número 89. 1846). Desconocemos el contenido del mismo. Sin embargo, pensamos que dicho folleto debió aparecer posteriormente a la noticia de El Español: se anunció en el Semanario pintoresco del 23 de agosto.
- ¿Se inspiró El Solitario en la noticia publicada por el diario madrileño para componer el texto definitivo de sus Escenas?
Seguiremos indagando. De lo que no cabe duda es de que nuestra gitanilla marcó con su sello musical el estío madrileño de hace 164 años, amén de convertirse en tema de cotilleo del corazón.
El Clamor público, 12 de julio de 1846
Para intentar aclarar quién copió a quién, y mientras no se pueda consultar la edición del Solitario del 23 de agosto de 1846, hay que decir que dentro de lo descrito en esa “asamblea”, aparece un extraño polo y peteneras:
ResponderEliminar“[…] la copla comienza con un arranque a lo malagueño, muy corrido y con mucho estilo, retrayéndose luego y viniendo a dar salida a las desinencias del Polo Jóbalo […] Las Fertaneras son como seguidillas, que van por aire más vivo […]”
Claro error el del editor o del escritor de la asamblea, que debió poner “Tobalo” y “Perteneras”. Lo más seguro es que la persona que allí estuvo, en caso de haber estado, no fuese gran conocedor de la música popular de la época, porque no habría cometido tal equivocación; fallo que en el caso de las “Fertaneras” se produce por dos veces en el artículo, lo que deja claro que no es un errata de edición. Sin embargo El Solitario gran conocedor de la música popular no incluye estos errores en su descripción de la asamblea de 1847, lo que podría hacernos pensar que por eso se valió de la del diario el Español. O eso, o quizás alguien intentó plagiarle su añadido, publicando con prisa y con errores en El Español la descripción, mientras el Solitario preparaba la suya.
Un saludo
Guillermo Castro Buendía
http:\\guillermocastrobuendia.es
Gracias por tu comentario, Guillermo.
ResponderEliminarEs un misterio que tiene su punto. Yo sospecho que en la venida de la Dolores a Madrid tuvo mucho que ver el propio don Serafín.
Un saludo
pd. He puesto tu página en mis enlaces
Gracias a ti Alberto, tu Blog es fantástico y con ello contribuyes a un mejor conocimento del flamenco. ¡Chapeau!
ResponderEliminarUn saludo
Guillermo
A dos años vista, me acuerdo aún de esta entrada amigo Alberto. Resulta que en lo relatado el 19 de junio de 1846 en El Español aparecen "tonadas", "livianas" y "serranas", cantes que no cita el Solitario en su Asamblea de 1847. Pero lo que que más me llama la atención son las livianas que no menciona El Solitario en ninguna de las escenas. Además, enterado que en una librería de Madrid está el folleto que menciona Blas Vega que fue anunciado para su venta el 23 de agosto de 1846, todavía se hace más interesante saber su contenido, pues podría ayudar a clarificar quién copió a quién...
EliminarAmigo Guillermo, efectivamente, las “livianas” no se encuentran en las escenas editadas en libro. Sin embargo, y ojo al dato, en el periódico El Constitucional (Barcelona) del 11 de diciembre de 1842, se publica la tercera y última parte de Un baile en Triana y se puede leer que María de las Nieves: “… cantó las tonadas sevillanas y LAS LIVIANAS…”. Se ve que a la pobre María le aligeraron el repertorio en versiones siguientes…
ResponderEliminarBonito tema pa una entrada.
Un fuerte abrazo
Y el 1 de diciembre de 1842, en El Heraldo (Madrid), más de lo mismo: María de las Nieves canta las livianas.
ResponderEliminarFíjate si pasa el tiempo y seguimos aprendiendo. La edición de la "Asamblea General" de noviembre de 1845 en el Semanario Pintoresco español está disponible en la BNE (http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003798384) págs. 226-236. Figura un grabado de la Guy Stephan bailando el Jaleo de Jerez (baile bolero). Si la Guy no viaja a Sevilla hasta el 21 de abril de 1846, tal y como cuenta Laura Hormigón en su libro "Marius Petipa en España. 1844-1847. Memorias y otros materiales" resulta que El Solitario debió inventar gran parte de su relato. Con esto no digo que se inventara todo, claro. Parte de lo descrito seguro que tiene relación con alguna de sus vivencias. Pero parece que al ver el éxito de la Guy en Madrid desde que se estrenó el Jaleo de Jerez con música de Skoczdopole (28 de enero de 1845) metió un personaje inventado para su escena ambientada en Triana ¿verdad?
ResponderEliminarabrazos veraniegos