sábado, 12 de junio de 2010

María la Bonita (y II)

Cirque des Champs-Élysées (1841-1898)


Viene de María la Bonita (I)

Sin duda, los bailes con los que la sevillana María Martínez la Bonita embelesó a los parisinos durante la primavera de 1891 debieron ser muy distintos de los que ejecutó su paisana Juana la Macarrona dos años antes: en la Exposición Universal de 1889, celebrada en la capital del Sena, la joven bailaora gitana había electrizado a los galos con sus tangos –entre otros bailes- y su garra flamenca.

El diario La Epoca del 17 de junio comentaba que María la Bonita, aunque representante de nuestro arte flamenco, es en París algo así como una reacción contra los bailes descocados y naturalistas…, y, en su crónica en El Imparcial del 15 de junio, Monday, el corresponsal, se aventuraba en la comparación:

María la Bonita ha dado a conocer un género que ignoraban los que habían visto a la Macarrona y creían que los bailes españoles se reducían a aquel tango bestial de las gitanas de la Exposición...

Publicamos su artículo completo: ecos del flamenquismo en el París de 1891, pelos y señales sobre lo que podríamos llamar… "Bonitamanía".

Lo que no ha logrado España con su arte ni con su literatura: influir en el moderno espíritu francés, atraer el público, fijar su atención, merecer su estima, lo está consiguiendo el hijo bastardo del carácter nacional, el flamenquismo.
No hablemos de los toros, ni de los toreros. Estos han tomado ya carta de naturaleza en el mundo en miniatura del bulevard, que es el compendio del mundo grande de París. Ni la fisonomía, ni el traje, ni los modales del chulo producen la sorpresa y el recelo que causaban en un principio. (…)
Pero ahora no se trata solo de los toros. El flamenquismo ha invadido la escena, donde los artistas franceses remedan los gestos, las contorsiones y hasta el acento del canto y del baile «jondos». Melle. Larive se ha hecho una reputación con sus humoradas andaluzas; Naya es aclamada todas las noches en el Horloge con su canción del Picadore. Julia Soria se jalea que es un gusto en los salones comme il faut, donde precede al sarao una representación en que toman parte Reichemberg y Coquelin. La Otero, de regreso de Nueva York, fue saludada al presentarse en la batalla de flores como tal vez no saludarán a Sarah Bernhardt cuando vuelva de su expedición a América. Hoy la prensa dedica su soirée teatral a consignar la aparición de otra estrella flamenca: María la Bonita, bautizada así por Eusebio Blasco, que la ha lanzado de porrazo en el mundo artístico de París, sacándola de la negra miseria en que vivía a los rempladores de un triunfo embriagador. (…)



El Imparcial, 15 de junio de 1891




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